El símbolo perdido llega seis años después del último libro de Brown y vuelve con el mismo protagonista, el profesor de Harvard Robert Langdon. En esta ocasión el ínclito Langdon se sumerge en el mundo de los masones y sus rituales secretos durante 12 horas en un tocho de 600 páginas ambientado en Washington.
Ha recibido muchas críticas, unas buenas y otras no tanto, pero él sigue incólume, impávido e hierático a todas ellas. La frase que se atribuye a su boquita de pitiminí, “por cada crítica mala tengo mil lectores felices” resume bastante bien por donde se pasa las mismas.
Para los ávidos lectores de Best sellers: Estáis de enhorabuena.
Para los que esperan a ver si cae un pelotazo por su propio píe o, por el contrario, se convierte en un clásico: Esperad a la siguiente.
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