18 de abril de 2010

El día en el que Dios se fue de viaje

El título que preside la cabecera del cartel da una idea aproximada de lo que el horror, cuando se instala en un determinado lugar y momento, es capaz de producir. Pero yo siempre he dicho aquello de por qué evacuar responsabilidades echándoselas a Entes superiores o inexistentes; no es más cierto, queridísimos amigos y amigas, ¿qué mejor sería que nos mirásemos a nosotros mismos, a nuestra siempre clara forma de hacer las cosas? La religión, la cultura confesional, se convierte así en una excusa perfecta: “es que Dios lo quiere”. Cojones (y perdón por el taco), si las religiones, sobre todo la católica, tienen un principio fuera de toda duda: El libre albedrío. Que quiere decir algo así (que me perdonen los teólogos por mi poca información) como que haz lo que quieras, que tienes libertad para ejecutarlo o desearlos, o incluso pensarlo, que serás juzgado al final de tus días por tus actos. Bueno, pues la película que nos ocupa sigue la línea marcada por la estimable “Hotel Ruanda”, cabeceando sobre los feudos de sangre entre las etnias y sobre las fronteras artificiales producidas por la colonización y descolonización realizada por las potencias occidentales europeas en los siglos pasados, sobre todo en el XX; todo ello hizo que determinadas grupos fueran obligados a estar juntos o separados por fronteras artificiales, incluso se fomentaron diversas y enconadas rivalidades en interés de las susodichas malvadas naciones. Aquí volvemos sobre la horrenda carnicería perpetrada en la sufrida Ruanda y el genocidio permitido sobre todo por Francia y la madre Bélgica, amén de la impasividad e ineficacia de una ONU, tarada desde su nacimiento, e incapaz de imponerse enérgicamente al conjunto o a la parte de los miembros que la componen. La acción transcurre en Kigali, durante el año 1994, donde una familia belga es evacuada ante el cariz que toman los acontecimientos. Jacqueline, una joven ruandesa que trabaja como criada y niñera de los rescataos, queda a merced de los inciertos sucesos. Desde ese momento se convertirá en testigo y protagonista de uno de los peores episodios de odios ocurridos en la historia del planeta de los seres humanos en el siglo pasado: la matanza, mutilación, violación y demás villanías de una de las etnias sobre la otra en el sufrido territorio de la explotada Ruanda. El director pretende realizar un sombrío recorrido sobre los horrores y el miedo, la desesperanza y el pánico, pero también deja un leve lugar a la esperanza, al pesaroso deseo de sobrevivir de su protagonista, espectadora involuntaria de parte del espanto desatado durante las supuestas vacaciones de Dios. Imagino que seréis conscientes de la falta de nominación de las dos etnias enfrentadas, pero no pienso caer en la tentación de hacer lo que otros, tanto historiadores como periodistas, o simples particulares, realizan: creer que los resentimientos entre dos pueblos vecinos, capaces incluso de convivir durante mucho tiempo, con un idioma, una religión y costumbres similares, les empujen a dedicarse sistemáticamente al aniquilamiento, basándose en determinadas afrentas del pasado más o menos cercano, no, no voy a caer en la vieja y simple excusa.
Producción belga que intentará (me imagino) ser una especie de constricción en imágenes sobre el abandono de una parte de los seres humanos a merced de los odios de la otra.
TÍTULO ORIGINAL: Rwanda April 7, 1994 (Le jour ou dieu est parti en voyage)
GÉNERO: Drama
PAÍS y AÑO: Bélgica 2009
DIRECTOR: Philippe Van Leeuw
GUIÓN: Philippe Van Leeuw
FOTOGRAFÍA: Marc Koninckx
PRODUCTORA: Artémis Productions / MK2 Productions
REPARTO: Ruth Keza Nirere, Lola Tuyaerts, Afazali Dawaele

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