18 de abril de 2010

Novela Tormentas cotidianas, de William Boyd

Siguiendo la loable institución jurídica “Gestor de negocios ajenos”, el protagonista de este thriller costumbrista desarrollado y ambientado en un Londres calificado por el autor como cosmopolita, crisol de culturas y etnias, nos muestra a un poderoso y erudito profesor recién llegado de los USA, también recientemente separado de su mujer, que por casualidades de la trama contacta con otro tipo, un científico, en un restaurante. Éste será el comienzo de su viacrucis particular, al descubrir que el tal individuo ha olvidado (ya sabemos todos lo despistados que son los genios) una carpeta que contiene importante documentación sobre un medicamento contra el asma investigado por el desorientado científico. En su afán altruista, o tal vez por el espíritu de gremio, comienza a seguirle para devolverle tan preciado dossier, pero resulta que se lo encuentra agonizando… y lo peor es que el asesino tiene todavía ganas de ejercitar su ancestral arte, y lo quiere hacer sobre él, sobre el gran experto Adam Kindred, nuestro prota, pero éste está hábil y huye. Después, consciente de que se ha convertido en un simple paria, un acosado por la policía, que lo considera sospechoso del asesinato de Philip Wang (el despistado), y de una compañía farmacéutica que ha puesto precio a su cabeza. Así, tras entrar en un submundo, el de los homeless, los intocables de la sociedad, los transparentes, en palabras del propio escritor, éste se lanza a realizar un fresco de la cultura, sociedad, incluso de las ideologías y paisaje del Londres actual, y lo hace desde la perspectiva en que lo haría un Charles Dickens en sus geniales novelas, dando cabida a todo el elenco de clases sociales que pululan por un determinado entorno. Pero, hijos míos, perdonadme, perdonadme, porque yo pretendía realizar más un post cuasi jurídico, acorde con mi formación legal; y me ha salido más literario de lo que pensaba. Bien, pues muy buena institución la del “Gestor de negocios ajenos”, que creo que es lo que da conjunción y argamasa a todo el argumento. ¿Por qué? A ver, preguntad, almas mías, si no iba alguien a involucrarse en una aventura similar. Pues queda todo bien claro si nos remitimos a la citada institución: Cuando alguien se hace cargo de un negocio ajeno, debe obligatoriamente concluir lo que ha iniciado, a pesar de las dificultades, incluso contra viento y marea; aunque siempre puede pedir a la persona a la que le ha gestionado el asunto que le reintegre los gastos ocasionados. Buena novela negra, publica por Duomo Ediciones, que se lee con buen ritmo y que resulta una metáfora sobre cómo un experto en meteorología y cambio climático puede no ser capaz de prever el incierto futuro a que nos abocan los acontecimientos.

William Boyd nació en la ciudad de Accra, Ghana, en una familia de origen escocés. Su primeros años transcurrieron entre Ghana y Nigeria, donde fue testigo de la guerra de Biafra. Estudió en Niza y en Glasgow, y se doctoró en Oxford en Literatura inglesa. Es miembro de la Real Sociedad Inglesa de Literatura y Oficial de la Orden de las Artes y de las Letras francesas. Su primera novela, Un buen hombre en África (1981), ganó el Premio Whitbread (hoy Costa Book Award) y el Premio Somerset Maugham, desde entonces ha publicado más de una docena de libros, entre ellos las novelas Barras y estrellas, Las nuevas confesiones, Playa de Brazzaville, La tarde azul, Armadillo, Las aventuras de un hombre cualquiera y Sin respiro y varios guiones cinematográficos, entre los que se cuentan el de Chaplin, película nominada al Oscar en 1993. Divide su tiempo entre Londres y el suroeste de Francia

Fuente para la redacción del post: Duomo Ediciones

1 comentario:

  1. Buena pinta tiene esta novela.A ver si se mejora la economía y me la puedo comprar...
    Y gracias por el enlace :)

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